Una rápida mirada a esta obra nos permite descifrar la intención de la artista de presentar una serie de escenas estáticas de diferentes juegos, antiguos y modernos, que se entrelazan como vistos a través de un gran set de monitores.
Utilizando los 64 cuadros del tablero de ajedrez y transformándolos en otro tanto de monitores, nos muestra a su manera igual número de juegos, para lo cual utiliza formas geométricas que combina con alegres colores caribes.
Los juegos son para ella algo así como la mejor manera de expresar el acontecer entre los hombres, pues estos han sido utilizados desde siempre como instrumentos para transmitir conocimiento, herramientas de diversión y esparcimiento y canales pacíficos para medir fuerzas y destrezas.
Entonces, la artista combina lo moderno con lo antiguo para expresar que muchos de estos juegos no solo permanecen vigentes entre nosotros sino que los nuevos han continuado con esa búsqueda por integrar a los hombres los unos con los otros.
En un principio el hombre utilizó aquellos materiales que podía dominar para implementar sus juegos. Hoy, estos son recreados con espacios bien definidos en modernas computadoras. Sin embargo, la esencia sigue siendo la misma, aunque con un componente adicional que lo ha cambiado todo, la velocidad.
La artista ha iniciado un estudio profundo sobre las raíces de los juegos, sus diversas temáticas, las personas hacia las cuales han sido dirigidos y los objetivos que buscan sus creadores. Al igual que los efectos que estos han causado entre quienes los practican.
Hasta el momento solo lleva una gran e importante conclusión para este fin de siglo: la tecnología ha logrado expandir la brecha existente entre la humanidad privilegiada y la desposeída. Los nuevos juegos están diseñados y dirigidos para los pudientes, para los privilegiados. Los pobres deberán seguir intentando adquirir uno siquiera de los juegos de antaño, porque su acceso a los modernos todavía es limitado.